lunes, 21 de octubre de 2013

Una mujer leal

Hace días, los peronistas celebramos el Día de la Lealtad, y fue una mujer, precisamente, quizás, la más leal a la causa justicialista: Eva. 
En su libro "La razón de mi vida" , habla sobre la lealtad y sobre los verdaderos justicialistas que no abandonan los ideles peronistas... 


NI FIELES NI REBELDES

Yo he medido con la vara de mi corazón la frialdad y el fanatismo de los hombres. Los dos extremos han desfilado permanentemente ante mis ojos. El paisaje de estos años de mi vida es un inmenso contraste de luces y sombras. En todos los momentos de esta vida mía me es dado contemplar y sufrir ese tremendo encuentro del fanatismo y de la indiferencia.

Confieso que no me duele tanto el odio de los enemigos de Perón como la frialdad y la indiferencia de los que debieron ser amigos de su causa maravillosa.

Comprendo más y casi diría que perdono más el odio de la oligarquía que la frialdad de algún hijo bastardo del pueblo que no siente ni comprende a Perón.

Si alguna cosa tengo que reprocharle a las altas jerarquías militares y clericales es precisamente su frialdad y su indiferencia frente al drama de mi pueblo.

Sí, no exagero: lo que sucede en nuestro pueblo es drama, auténtico y extraordinario drama por la posesión de la vida, de la felicidad, del simple y sencillo bienestar que mi pueblo venía soñando desde el principio de su historia.

El 17 de octubre fue el encuentro del Pueblo con Perón. Aquella noche inolvidable se selló el destino de los dos, y así empezó el inmenso drama... Frente a un mundo de pueblos sometidos, Perón levantó la bandera de nuestra liberación.

Frente a un mundo de pueblos explotados Perón levantó la bandera de la justicia. Yo le sumé mi corazón y entrelacé las dos banderas de la justicia y de la libertad con un poco de amor... pero todo esto -la libertad, la justicia y el amor, Perón y su pueblo-, todo esto es demasiado para que pueda mirarse con indiferencia o con frialdad. 

Todo esto merece odio o merece amor.

Los tibios, los indiferentes, las reservas mentales, los peronistas a medias, me dan asco. Me repugnan porque no tienen olor ni sabor.

Frente al avance permanente e inexorable del día maravilloso de los pueblos también los hombres se dividen en los tres campos eternos del odio, de la indiferencia y del amor.

Hay fanáticos del pueblo. Hay enemigos del pueblo. Y hay indiferentes. Estos pertenecen a la clase de hombre que Dante señaló ya en las puertas del infierno. Nunca se juegan por nada. Son como -los ángeles que no fueron ni fieles ni rebeldes.

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